domingo, 18 de agosto de 2019

Libro 2 - Capítulo 2 - Pasado y Presente

Hola a todos!

Segundo capítulo del libro 2!
Espero poder publicarlo antes de fin de año, en formato digital seguramente.
Si lo están esperando, les agradezco a todos la paciencia. Este ha sido un año muy difícil para mí y me costó retomar el hábito de la escritura, pero de a poco vamos tomando ritmo y por eso les dejo otro capítulo para que vayan adelantando un poco la historia.
En el blog pueden encontrar ya el Prólogo, Memorias y el Capítulo 1 para leer (en ese orden)
No serán los definitivos, pero están muy cerca.
Gracias!


Capítulo 2

Pasado y Presente


Los golpes en la puerta devolvieron a Elrik a la realidad. Perplejo, miró a su alrededor. Ya no estaba en el circo, ni en el bosque. Su despacho, aun en el piso más alto del edificio y con los amplios ventanales le pareció, de pronto, un pequeño y agobiante recinto.
Sostenía en sus manos el retrato de Mark. La foto estaba deteriorada pero era nítida. En ella se lo veía sentado en un alto taburete y miraba directo a la cámara.
—Pasa. —Sabía quién era el visitante. Elrik continuó hablando sin levantar la vista de la antigua imagen. —Sólo dos fotos de él pude rescatar del fuego. Guardé esta para mí porque se la saqué yo mismo. Es el mejor recuerdo que tengo de tu padre. Solían gustarme esos momentos en que se relajaba y se sentaba en su banco favorito, fumábamos y hablábamos de la vida y de tantos otros temas. Sabes que lo amaba, aun cuando él no me correspondiera de la misma manera. Fue el mejor amigo que tuve en mis casi mil años.
—Él también te amaba. Tú le diste el apoyo que necesitaba cuando yo no supe hacerlo.

La voz de Finrod sonó más amargada de lo que había querido.
El director no respondió a ese comentario, intuía por qué el joven estaba allí y no era para hablar de tiempos pasados. Sin embargo necesitaba poner en palabras todo lo que había salido a la superficie de su memoria en el instante en que el doctor Suresh puso el medallón en sus manos. Trece meses de su vida olvidados por completo por arte de magia y que ahora afloraban a su mente en un confuso orden. La razón por la que había estado viviendo más de cien años entre humanos se abrió paso entre sus recuerdos como el sol después de la tormenta. Sonrió con tristeza.
—Lo que más te gustaba de pequeño era subirte a ese banco de madera, a riesgo de romperte la crisma, y repartir las tareas a todos tal como lo hacía tu padre. Desde entonces ya tenías madera de líder, al igual que él. Aunque no lo aceptes y pongas esa excusa patética que dejó de existir hace décadas. Mark era un gran hombre, tenía un instinto natural para saber lo que su gente necesitaba y lo que debía hacerse, al igual que tú. También tenía un corazón demasiado grande y dejó que se rompiera al punto de no poder recomponerse. No sigas esos pasos. ¿Pudiste haber evitado lo que sucedió esa noche? Quizás, pero otros lo hubieran vuelto a intentar hasta lograrlo. Él tenía muy claro eso y así fue como permitió que Limbo cambiara. —suspiró cansado—. Imagino que no has venido a hablar de tu padre.
Finrod sintió una oleada de compasión por su mentor y amigo. No recordaba haberlo visto tan melancólico, ni siquiera el día que había llegado al circo. El recuerdo de su padre y el taburete sobre el cual jugaba amenazaba con ponerlo nostálgico también a él y eso era algo que no podía permitirse, por lo que rápidamente volvió al tema que lo había llevado hasta allí.
—Sabes a qué he venido, Elrik. ¿Qué pasó con Evangeline hace un rato? —El elfo no pudo impedir la punzada en su corazón al recordar la fría mirada de la chica antes de cerrarle la puerta en la cara.
—Lo sé, te debo una explicación.
—Mira, sé que puede ser un dolor en el trasero pero tienes que confiar en ella; es el centro de este dilema que debemos resolver cuanto antes. Además, escuchó parte de la conversación con el Consejo. La peor parte. Tu reacción no fue muy oportuna si lo que queremos es que se quede con nosotros y nos ayude. Y de eso también quiero hablarte.
—Tuvo el tupé de llamarme "sordo e "hipócrita".
—Te han llamado de muchas maneras pero eso es nuevo, —comentó intentando ocultar una sonrisa.
—No eres gracioso. De todos modos no importa de dónde sacó el medallón. Los del Consejo sólo conocen una pequeña parte de su poder, la que pudieron deducir por el informe del doctor. Morgan Le Fay, en cambio sabía con certeza qué es la piedra y qué puede hacer. Ella la hizo engarzar y amplió su alcance con el Elixir. Sí, esa mujer era muy poderosa. Y todo lo que supo de la piedra... fue porque yo se lo dije. —Se apretó las sienes que a esa altura latían dolorosamente.
Finrod se mantuvo en silencio sopesando la gravedad de esas palabras. Esperó a que se explicara, algo que por lo visto no iba a ser fácil. Se sorprendió cuando escuchó la pregunta:
—¿Recuerdas cuando nos vimos por primera vez? Llorabas desconsolado y aún así casi me arrancas la oreja con una flecha.
—Sí, claro que lo recuerdo muy bien, aun cuando han pasado más de cien años, —respondió el elfo con cautela. No estaba seguro de a donde quería llegar Elrik con eso—. Estaba desolado porque ese día era la fiesta de la flor Arwëndome y era la primera vez que yo no estaría allí con mi madre y el resto de la familia. ¿Qué tiene que ver nuestro encuentro con lo que está ocurriendo?
—Hasta hoy, el día del encuentro contigo era mi primer recuerdo concreto de mi llegada a este mundo. Desde ese entonces hacia atrás, trece meses con exactitud, todo estuvo en blanco. Incluso había olvidado por completo la razón por la que vine. —Levantó el medallón hasta la altura de sus ojos—. Yo tenía una misión: recuperar esta piedra. Y al olvidar eso también olvidé que llevarla a cabo con éxito traía consigo una recompensa: lo que más deseaba en la vida me iba ser concedido.
El joven lo observó con una mezcla de sorpresa y confusión. Todo era como un rompecabezas cuyas piezas debían ser descubiertas y encastradas. Se veía venir una larga conversación, por lo que decidió adelantarse.
—Cada vez se añade algo nuevo que me descoloca. Que tú seas parte de esta historia es algo que no me esperaba y quiero que me cuentes todo lo que recuerdes. Pero antes debes ver esto.
Le extendió la foto de Percival Morgan, de niño, junto con sus padres. Señaló al adulto.
—¿Lo recuerdas?
—Es el hombre que incendió la feria y su familia. —dijo Elrik con fastidio—. ¿Qué tiene que ver él con todo esto? ¿Volvemos a lo mismo? Eso te pasa por dejar terapia. No quiero hablar del incendio ahora.
—No vine a eso. —dijo con fastidio—. ¿Recuerdas su nombre?
—Cómo olvidarlo: Arthur.
Finrod esperó. Elrik volvió a hablar, sin disimular su sorpresa cuando al fin recordó.
—Morgan. Arthur Morgan. Ése era su apellido.
—Exacto. El padre de Percival, el niño que ves aquí. Ahora observa mejor la foto.
Elrik la escrutó por unos segundos. Sus ojos brillaron y abrió la boca, estupefacto, cuando notó el medallón de Morgan Le Fay colgando de su cuello, apenas oculto por los pliegues de la ropa.
—Evangeline te estaba diciendo la verdad. —dijo Finrod. —Y no voy a permitir que le hagan daño.
—Yo tampoco, hijo. Aun así no logro entender cómo es que está en su poder. La piedra no le pertenece. —Elrik bufó, irritado—. Ni a su familia, ni a Morgan Le Fay. Todo es más confuso que antes. Ella es tan parecida a esa bruja. ¿Por qué? ¿Qué relación hay entre ellas?
—No creo ni que el mismo Percival lo sepa. Lo único que sé es que Evangeline es una víctima más de este objeto maldito. —dijo al fin—. Debes entender que no es el enemigo en esta historia, lo que necesita es confiar en nosotros y saber que confiamos en ella. Es la única forma en que podrá ayudarnos. No debe ser una prisionera, déjala que se sienta cómoda aquí, sé que no ocasionará problemas. Yo respondo por ella.
—Oh, te conozco hijo, conozco tu corazón. Te enamoras de las causas perdidas y ellas te pierden a ti. Creo que es tu forma de castigarte por esos años oscuros de tu vida. Debes dejar de torturarte con eso.
—Maté a su bisabuelo, Arthur, quien vivió entre nosotros. Comía con nosotros, jugaba con nuestros niños. Percival, su propio hijo, nació cerca del circo pero era demasiado pequeño cuando el incendio ocurrió como para recordarnos. Recuerdo que su madre se lo llevó y nunca más lo volvimos a ver, hasta ahora. Quien sabe qué cosas le habrá contado de la gente mágica si es que le dijo algo. Quién sabe si eso no fue lo que desencadenó los acontecimientos. Y quizás esté bien que de vez en cuando me recuerde a mí mismo las cosas que he hecho. Entrenar y ocuparme de mi gente me ayuda a sobrellevarlo. Es por eso que este caso debe tener una alta prioridad en nuestra lista. Debemos intentar deshilvanar esta madeja comenzando por alguna de sus muchas puntas y lo primero es encontrar la conexión entre todos los que participan de esta historia. Los doce desaparecidos, los cinco muertos de la lista de Dante que no eran precisamente duendes hogareños, este medallón.
—Sigo preguntándome cómo lo obtuvo. Por ahora la única explicación coherente es la de Aramís, lo deben haber encontrado en la playa luego de que esa bruja se ahogó. No veo qué otra relación puede haber entre los Morgan y esa mujer. Salvo el nombre, al destino le encanta ser irónico.
Elrik miró la noche estrellada que se recortaba en la ventana. Eran casi las nueve y ni siquiera había pensado en cenar. Volvió a escarbar en su memoria:
—Recuerdo a los padres de Arthur, vivían en el poblado vecino, eran gente simple y pobre. Llegaron a la zona poco tiempo después que yo. Ni siquiera tenían un caballo. Dudo que pudieran llegar al castillo, incluso dudo de que supieran de su existencia. Solían llevar al chico a la feria desde que nació, le dimos de comer muchas veces mientras sus padres trabajaban, tal como tú lo recuerdas. No sé de donde salió el rencor que nos tenía. Era un tanto raro, pero nunca supuse que llegaría al punto de atacarnos.
—Quizás ese objeto es mala influencia. O quizás simplemente se juntó con grupos que nos rechazaban, eso no es tan descabellado. Quién sabe. Sólo tenemos teorías y nada en concreto, a excepción de tu historia ¿De quién es la piedra entonces? ¿Y qué tienes que ver tú con ella?
Elrik suspiró, el recuerdo que se agolpaba en su mente era doloroso pero debía intentar ponerlo en orden y lo mejor era decirlo en voz alta, de esa manera, pensaba, se fijaría en su mente y no se volvería a borrar. Sus mil años comenzaban a pesarle.
—Esa piedra le pertenece a Hela, la señora del Inframundo. Odín se la dio. Su nombre es Andadrattur, significa: El aliento de la serpiente. Todos la conocían como "La Llave". En un momento de furia la arrojó por la ventana del palacio de Asgard y cayó en este mundo, hace ciento veinticinco años. Yo estaba presente cuando eso ocurrió y me ofrecí a buscarla porque creía que si lo lograba, mi abuelo me dejaría vivir finalmente en su reino. Por ese deseo he accedido a hacer cualquier cosa con tal de lograr su permiso. No tienes idea la cantidad de pruebas que me imponía prometiéndome como recompensa ser un habitante de Asgard. Desde mediar en una tregua entre los gigantes de hielo y Thor, hasta llevarle un pelo de Hafgufa o cualquier cosa delirante que pasara por su cabeza. Todas las llevaba a cabo y nunca estaba conforme. Así volvía a imponerme prueba tras prueba. Si algo heredé de él es la terquedad. Nunca sospeché que sólo jugaba conmigo. —Los ojos de Elrik se enfocaron en un punto más allá de las estrellas, en un pasado remoto. —Mi madre, Sveihildr, su hija favorita y la capitana de las valkirias, tuvo como amante a un gran jefe vikingo, mi padre. Eso no fue el problema, lo que desató la furia de Odín contra mí fue cuando mi padre decidió convertirse al cristianismo y renegar de su todopoderosa figura. Eso lo convirtió en un hereje a sus ojos y a mí, en alguien desprovisto de valor. Y así fue que me echó de Asgard y vine a Midgard con mi familia humana. De esto hace mil años ya. Permanecí mucho tiempo con mi padre y sus descendientes pero a medida que morían, yo me sentía cada vez más sólo. Entonces supe que mi lugar estaba con mi madre. Ella lo deseaba también y así fue que mi abuelo comenzó a darme misiones tras misiones. Me prometió que si recuperaba la Llave sería la definitiva, tan seguro estaba él de que yo no tendría éxito. Como prueba de su "buena voluntad" envió a Huguin conmigo. El maldito cuervo le transmitía mis nulos avances, fue mi única compañía por mucho tiempo y me abandonó cuando Merlin me dio una poción y borró mis recuerdos de todos esos meses.
—Y tu madre, ¿nunca vino a buscarte? Odin estuvo aquí muchas veces.
—El sólo viene a asegurarse de que siga en el olvido. Mi madre en cambio... no lo sé, a veces ella no puede desobedecer a su padre o habrá creído que finalmente abandoné la idea de vivir en Asgard y decidió dejarme tranquilo en Midgard. O, mi teoría más probable es que como ese condenado cuervo dejó de recibir señales de mi mente, me creyeron muerto y Odín no la contradijo. No me malinterpretes, el encontrar un hogar con tu padre y contigo en este mundo aplacó, en cierta forma, ese deseo. Ya no me importa, ha pasado mucho tiempo y los mundos de este planeta necesitan de nuestra ayuda. Quizás, cuando podamos asegurar que están fuera de peligro y la piedra en las manos correctas, arregle cuentas con mi abuelo. Mientras tanto, tenemos mucho que hacer aquí.
—Sí, tenemos mucho que hacer y poco en concreto a lo que aferrarnos. Sabemos de la habilidad de la piedra para manipular portales y del elixir para transmutar un espirítu en el cuerpo que lo beba pero, ¿a quién atrae? Eran cinco nuestros enemigos muertos en esa lista. Doce las personas desaparecidas. Algo deben tener en común, además de estar muertos, pues nuestros enemigos son muchos más. Y la pregunta principal, si la llaman "La Llave", ¿qué es lo que abre?
—El uso que Hela le daba en su reino no lo recuerdo. Creo que Morgan, al extraer esa información de mi mente hizo algo para que no la recuperara, como si hubiera arrancado un trozo de mi carne dejando sólo el hueco. Sólo una palabra da vueltas en mi cabeza: Drökkur. Sé qué significa pero en sí, no me dice nada, no despierta ningún recuerdo particular en mí.
Finrod notó que el esfuerzo por recuperar su memoria lo estaba afectando más de lo que demostraba e intentó devolverlo a una realidad más urgente.
—Pues por lo menos es otra pista que podemos investigar. En este momento hay otra pregunta más importante, Elrik. ¿Cómo se enteró ONO de que lo teníamos y peor aún, cómo supieron de la piedra? Sfingeo lo sabía de primera mano. Tanto él como Percival pertenecen a Ars Arcana y dudo que sus intereses coincidan con los de ONO.
—Lo iban a saber tarde o temprano, no subestimes a su red de espionaje. Si en las manos de Sfingeo es peligroso, en las de O.N.O puede ocasionar un desastre internacional. Bramble lo desea para ese propósito, pude verlo en sus ojos incluso a través de la proyección. Sé que algunos reinos presentarán una petición a ONO para que el mundo humano deje de ser quien dicte las leyes, que se deje de proteger a los mestizos y que se anule el tratado de Nizovoy. Otros no están actuando en forma legal y están operando activamente en las sombras: me han llegado reportes de ataques a lugares frecuentados por mestizos y a sedes de ONO.
—¿Con qué fin? Estos tratados han costado mucha sangre, muchas vidas, ¿por qué querrían disolverlos?
—La historia de siempre, reinos codiciando los recursos de otros, los humanos codiciando tener la magia que ellos no poseen. A fin de cuentas en eso nos parecemos todos: mágicos o no, deseamos lo que no poseemos. Algunos van más allá que eso y también desean poder; entre ellos están Bramble Whiffletwist y Morgan Le Fay. Una herramienta como esta "llave" garantiza a cualquiera ávido de poder el arma principal: el control.
—¿Y qué hay del resto del Consejo? Creo que deberías hablar con Edi. Es el más sensato de los cuatro. Quizás también con Odessa, a pesar de sus ínfulas y su mal carácter no cometería semejante locura; su propia hija es mestiza y trabaja aquí, no la arriesgaría. Creo que las intenciones de ambos son buenas. No puedo decir lo mismo de Miyake, dejémosla afuera por ahora. Saben que además de recursos mágicos, los mestizos son otro elemento de conflicto. Y siendo el mundo humano el que tiene a Limbo y leyes concretas que los protegen, destruir esto puede desencadenar en una guerra. —Finrod bufó—. Al lado de esto lo de Sfingeo es una nimiedad.
Elrik soltó una risa cansada.
—Las calamidades deben venir todas juntas, de lo contrario nos aburriríamos. Esto se puede ir de las manos más rápidamente que el martillo de Thor y es por eso que la piedra no debe caer en las manos incorrectas. Si tan sólo recordara cual es su verdadera función.
—Elrik, debes descansar, quizás mañana ya vuelva todo a tu memoria.
Finrod se frotó el rostro, también estaba cansado. Había sido un largo, agotador y desastroso día. Y ahora eso. Necesitaba hablar con Eva y apenas podía esperar al día siguiente. Uno de los dos debía superar el orgullo y esta vez él lo haría primero. Le debía explicaciones y una de ellas era la historia de ese medallón. Aunque a decir verdad, ni de cerca se imaginaba que pudiera tener relación con su mentor. Coincidió con él: al destino le encantaba hacer bromas pesadas.
—Toma. —Elrik extendió a Finrod unos papeles—. He escrito todo lo que recuerdo sobre mi encuentro con Morgan. Que trece meses vuelvan todos al mismo tiempo no es bueno para la migraña. Debo pensar, además, qué hacer con la piedra. Mientras, Cordelia la guardará en la bóveda de seguridad hasta que pueda devolvérsela a su verdadera dueña. Debemos mantenerla lejos de esa joven. Y Finrod, debemos vigilar muy de cerca a Zoltan Ionescu.
Elrik caminó hacia la salida, al llegar al umbral de la puerta, giró y lo miró con afecto.
—No descartes la idea de tomar mi lugar en un futuro cercano. Estás más que listo y sé que si tu padre viviera opinaría lo mismo. Te criamos bien.
Elrik dejó escapar una risita y Finrod, por un momento, volvió a las épocas en que vivían felices en el Circo. El cariño que sentía por el viejo iba más allá de lo que podía expresar en palabras y agradecía a su cuasi inmortalidad por seguir estando a su lado. Sabía que nunca iba a dejar de aprender con él.
—Ve a descansar. Todavía tienes cuerda para rato.
Finrod dejó que su amigo se retirara a sus habitaciones, lo observó mientras atravesaba la puerta, en ese momento lo notó envejecido, agotado y sintió pena por él.
Permaneció un rato mirando el ventanal luego de que Alfson se retirara.El también necesitaba descansar, pero había mucho por hacer. Se dirigió a la sala de vigilancia. Tras un largo tiempo observando las cámaras, decidió llamara uno de los agentes que estaba de guardia y le pidió que vigilara y le avisara ante cualquier movimiento por más imperceptible que le pareciera. Con reluctancia se alejó del lugar. Si la chica quisiera huir, nadie podría detectarla, al menos en el momento. Pero ella no se iría, debía confiar.

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