viernes, 26 de agosto de 2016

Rendez Vous

Este cuento muy corto, lo escribí hace muchos muchos años para un taller literario. Lo encontré de casualidad buscando otros archivos, asi que lo voy a compartir.
Quizás lo edite o quizás lo deje así, ya veré
Espero que les guste :)


RENDEZ VOUS


Pasen...los invito a leerlo



  Era la quinta noche seguida que mi primo se escapaba de la casa sigilosamente. Abría la puerta muy despacio y la cerraba con tanto cuidado que hasta se reflejaba en su cara, como si quisiera él mismo absorber los ruidos. Entonces, lo veía irse con prisa en dirección al lago. Esto lo venía haciendo desde hacía algún tiempo.  Cuando sentí que estallaba de curiosidad, una noche decidí seguirlo.
  Agradecí que la luna llena me ayudara; parecía tan cercana que creo que hubiera podido tocarla estirando el brazo. Caminé detrás de él guardando la distancia, había tanta claridad que casi no se extrañaba el día. Al llegar a la arboleda que rodeaba el lago, me dí cuenta cómo la luna lo transformaba todo. Los colores tal cual los conocemos habían cambiado a distintas tonalidades de azul, las hojas, las piedras, la arena, refulgían con destellos de diamante. El lago, turquesa de día, ahora era un pozo oscuro en el cual flotaba la gran bola blanca. Me sentí incomoda, como si me estuvieran observando desde lejos y me detuve al lado de un viejo abedul. Paulatinamente, mis sentidos se entregaron a la orquesta nocturna de las aguas meciéndose por la brisa y las ranas cantándole a la noche.
  Un sonido llamó mi atención, algo apenas perceptible pero que desentonaba con el resto. Eran pasos muy ligeros. Me asusté al pensar que mi primo podía descubrirme; pero en lugar de toparme con él, vi a alguien más.
Por un momento creí que algún juego extraño de luces entre los árboles engañaba mi vista. Pasó a poca distancia de donde yo estaba. Era una mujer, de cabello largo, azabache, o al menos eso parecía en la oscuridad. Casi no hacía ruido sobre la hojarasca y aún hoy no recuerdo si iba vestida o desnuda, solo parecía rodearla una sutil luminosidad como si la envolviera una gasa muy blanca y casi iridiscente. Su piel nívea, casi translúcida,  brillaba con un tenue fulgor. Sus ojos eran negros, completamente, o eso me pareció, sin pupilas pero con unas motas blancas como el cielo estrellado de la noche. Quizás la vista me engañaba, pero ya no estaba segura de nada. La mujer no pareció percatarse de mi presencia, se dirigió a la orilla y vagó un rato por ahí. Yo no podía dejar de mirarla, no me recordaba a nadie que conociera y sin embargo no podía decir que me fuera extraña.
  El paisaje era onírico y por un momento creí que realmente soñaba, hasta que otra cosa me sacó del ensueño. Mi primo se dirigía a ella. Una sonrisa se dibujó en el pálido y hermoso rostro y mi corazón se sobrecogió. Los vi tomarse de la mano y el halo que la rodeaba también lo abarcó a él. Hablaban en susurros, pero no podía entender lo que ella decía, no parecían palabras. Mi mente se serenó, y comencé a observar el cuadro que tenía adelante.
  Me dí cuenta de que estaba inmiscuyéndome en algo hermoso, secreto, puro y decidí regresar a mi casa, para que disfrutaran su momento. Comencé a retroceder cuando la luna desapareció y todo quedó en penumbras. Me volví para verlos; ella ya no estaba. Mi primo seguía allí sentado sobre la arena ahora oscura, solo.
  Me dí la vuelta y regresé a casa sonriendo. Las nubes pasarían pronto.

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