Escena extra - El Elixir 2da edición - Capítulo 17

 ¡Hola!

Como muchos de ustedes ya se han enterado, Luz, la ilustradora de la tapa de El Elixir no puede tomar encargos por un problema de salud. Por lo tanto me puse en la búsqueda de un nuevo ilustrador y decidí cambiar el estilo de las tapas de toda la trilogía.
De modo que con la segunda edición estreno tapa nueva, espero que les guste! 
Pueden verla aqui!
El increíble arte fue realizado por H. Kramer. Si quieren ver sus otros trabajos, uno más genial que el otro, pueden visitar su página aquí

Y con la segunda edición viene el prólogo nuevo y una escena extra. Los que tienen la primera no han podido leerla, por lo tanto se las dejo abajo.



—¿Puedes decirme a qué vienes? ¿No tienes problemas con alguno de tus otros ocho reinos? Si quieres que cumpla algún encargo tuyo, te diré que ya no me interesa. No eres bienvenido aquí y lo sabes. No entiendo por qué de repente se te ha dado por venir a molestarme estos últimos años. Me odias, y yo a ti.

    Elrik Alfson hablaba sin disimular su ira con el visitante mientras pasaba papeles a Cordelia. La chica los guardaba en unas carpetas de considerable tamaño sin mirar a ninguno de los dos. Cuando Elrik y Odín estaban en la misma habitación parecía que no había lugar para nada más, ni siquiera para el aire.

Odín, el gran dios de la sabiduría, la guerra, la muerte y el engaño, rio. No era un sonido alegre sino ominoso, cargado de sordidez. Su único ojo, al contrario, no sonreía. Y aunque su aspecto era el de un viejo tuerto y desaliñado, la imagen completa era aterradora.

La piel de Cordelia no se erizaba, pero de todas maneras un escalofrío la recorrió. Su cabello y sus ojos eran grises como el mar anticipando la tormenta. En general cada visita del dios era así. No le gustaba ver a su padre adoptivo perturbado, pero nada podía hacer al respecto más que salir cuanto antes del lugar, su presencia empeoraba la situación. Entonces vio a su padre leer un mensaje en su móvil con expresión preocupada.

—Podría decirte a qué vengo, pero tú deberías saberlo, ¿o no? —Respondió el dios con un falso tono intrigado.

—Tus misterios me tienen sin cuidado. Tengo cosas que hacer, no me disculpes.

Elrik salió del despacho dando un portazo.

Cordelia tomó rápido las carpetas y se dispuso a seguirlo.

—Oye, niña. Quiero hablar contigo.

Era un orden, no un pedido cordial y la pobre muchacha no tuvo más remedio que obedecer. Sus cabellos, sin embargo, no estaban de acuerdo pues comenzaron a ondular alrededor de su cabeza con una tonalidad marrón, como un mar revuelto.

—Él nunca te ha hablado de tus padres, ¿verdad?

La chica lo miró son suspicacia.

—Me encontró en una playa, sola.

—No me has respondido.

—No, nunca me dijo nada. Intentó averiguarlo pero no los halló.

—¿Y nunca te has preguntado quiénes son? ¿0 qué fue de ellos?

Silencio. 

Pues claro que esa pregunta jamás abandonaba su cabeza.

—Yo puedo encontrarlos. Si haces algo por mí.

Cordelia sabía que debía salir de inmediato antes de seguir escuchando, pero su curiosidad fue más fuerte. Odín prosiguió.

—A este lugar ha llegado un tesoro muy valioso. Una piedra con un gran poder. La necesito, la he buscado por mucho tiempo. Estoy seguro de que Elrik la pondrá bajo el cuidado de su patética institución. Y tú eres la más cercana a él. Si la consigues para mí, te diré quiénes son tus padres.

—¿Por qué confiaría en usted? ¿Cree que traicionaría a la persona que posiblemente haya salvado mi vida, la que me crió y me trató como a su hija?

—La que no te ha dicho toda la verdad. —El avejentado rostro se acercó a ella—. No tienes razones para confiar en mí, pero tú decides. Es tu vida después de todo, tu historia. Piénsalo y si decides hacerlo, no te arrepentirás. Y cuando la tengas, llámame.

Diciendo eso puso en sus manos una pequeña flor blanca que brillaba con un suave resplandor.

—Murmura en sus pétalos tres veces mi antiguo nombre y acudiré.

Sin más palabras, abandonó el despacho con los cuervos en sus hombros. Cordelia sostuvo unos instantes en su palma la delicada flor, observando con fascinación los destellos iridiscentes. La guardó en el bolsillo. Cerró los ojos y suspiró, toda su vida había querido saber sobre sus padres y esta podía ser su oportunidad, pero el precio por esa información era demasiado alto.

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